jueves, 1 de marzo de 2018

JUEVES, SEMANA 2 DE CUARESMA.


Sondéame, Dios mío, y penetra mi interior;
observa si estoy en un camino falso
y llévame por el camino eterno.

Sal 138, 23-24


Oración inicial  

Dios y Padre nuestro, que amas la inocencia y la devuelves a quienes la perdieron, atrae hacia ti los corazones de tus servidores para que, inflamados por el fuego de tu Espíritu, permanezcamos firmes en la fe y diligentes en el buen obrar. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Maestro y Señor. Amén.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA       

Nuestra fidelidad a Dios jamás deja de dar frutos. Quizá no los vemos inmediatamente, pero sin dudas nuestra fe no es estéril. Sigamos siendo fieles para que podamos dar vida.

Lectura del libro de Jeremías 17, 5-10

Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! Él es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita. ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto. Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede penetrarlo? Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino las entrañas, para dar a cada uno según su conducta, según el fruto de sus acciones.
Palabra de Dios.
Salmo 1, 1-4. 6

R. ¡Feliz el que pone su confianza en el Señor!

¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos, sino que se complace en la ley del Señor y la medita de día y de noche! R.

Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien. R.

No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento. Porque el Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malvados termina mal. R.

EVANGELIO     

“Esta parábola nos dice dos cosas: la primera es que Dios ama a los pobres y los levanta de su humillación; la segunda es que nuestro destino eterno está condicionado por nuestra actitud; nos corresponde a nosotros seguir el camino que Dios nos ha mostrado para llegar a la vida, y este camino es el amor, no entendido como sentimiento, sino como servicio a los demás, en la caridad de Cristo”.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 16, 19-31

Jesús dijo a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan”. “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí”. El rico contestó: “Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento”. Abraham respondió: “Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen”. “No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán”. Pero Abraham respondió: “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DE DIOS

En el evangelio de hoy, Jesús narra la parábola del pobre Lázaro, sentado a la puerta del rico Epulón... para darnos a entender que no hay que confiar en lo terreno solamente.

-Palabra del Señor: Maldito aquel que fía en hombre y hace de la carne su apoyo. Esa palabra me parece muy dura, Señor.

¡Siento tanta necesidad de apoyarme en seres humanos, en seres de carne, como dice tu profeta! Sin embargo ese toque de alerta es muy oportuno. Efectivamente: quien se apoya de tal manera en lo "humano" de modo que se aparta de Dios, ése construye su propia desgracia, como el mal rico de la parábola.

Nuestra seguridad verdadera está en ti, Señor.

Durante esta cuaresma, ¡ayúdanos, Señor, a apoyarnos más en ti!

-Será como un matorral en la estepa... y no será feliz.

Habitará en lugares áridos y desérticos, en tierra inhabitable.

El desierto es el símbolo de la desgracia, es el lugar maldito donde no es posible desarrollarse, la tierra árida que engendra muerte.

Si no se han visto nunca esas tierras áridas es difícil imaginarlo. El hombre sin Dios es como un desierto, vacío dice el profeta.

Esto nos parece algo demasiado fuerte.

Es difícil imaginar el vacío del hombre sin Dios. Sólo Él lo sabe. Tenemos que aceptar la revelación de Dios mismo, que nos lo dice.

-Bendito sea aquel que pone su esperanza en el Señor, pues no defraudará el Señor su confianza.

Es la contrapartida.

Las fórmulas negativas meditadas hasta aquí, fueron puestas para el mejor realce de ese mensaje positivo.

Efectivamente, Dios quiere la vida, quiere la felicidad, quiere bendición para todos.

-Será como árbol plantado a las orillas del agua, que echa sus raíces hacia la corriente.

No temerá cuando viene el calor y estará verde su follaje.

En año de sequía no se inquieta: continúa dando fruto.

Símbolos de alegría, de solidez, de vida: el árbol a orillas del agua. Encontramos de nuevo aquí el viejo símbolo del «árbol de la vida»; el justo es comparado a un árbol frutal corpulento lleno de frutos sabrosos.

Mi vida, ¿es también así?

«Todo árbol que no produce buenos frutos será cortado y echado al fuego».

El corazón del hombre es astuto y perverso ¿Quién puede conocerlo?

-Yo, el Señor, escruto el corazón y pruebo los riñones...

No hay que hacerse ilusiones.

Nadie se burla de Dios. Nadie lo engaña. Imposible desviarse, ni camuflarse. Ningún maquillaje es eficaz delante de él.

Señor, escruta mi corazón. Descubre lo que en él se esconde: mis pecados, ocultos a los hombres, para perdonármelos... pero también mis buenos deseos, no expresados y demasiado débiles, para que los veas y los refuerces.

ORAMOS CON LA PALABRA

Felices los que van por un camino intachable,
los que siguen la ley del Señor.
Sal 118, 1

Oración conclusiva


Asiste a tus fieles, Señor, que imploramos el auxilio de tu gracia, para que recibamos tu defensa y protección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

¡Buena Jornada!

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