lunes, 12 de marzo de 2018

LUNES, SEMANA 4 DE CUARESMA


Yo confío en el Señor.
Tu amor será mi gozo y mi alegría
porque tú miraste mi aflicción.
Sal 30, 7-8

Oración inicial

Señor Dios nuestro, que renuevas al mundo por medio de tus sacramentos, concede a tu Iglesia la ayuda de los auxilios de tu gracia y no la prives de lo que necesita cada día. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Maestro y Señor.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA       

Este tiempo, este mundo, este caos que muchas veces vivimos y sufrimos, no es definitivo. Dios hará un mundo nuevo, y lo esperamos. Pero, a la vez, nosotros lo edificamos desde el tiempo presente.

Lectura del libro de Isaías 65, 17-21

Así habla el Señor: Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a su pueblo para el gozo. Jerusalén será mi alegría, yo estaré gozoso a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos. Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito. Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos.
Palabra de Dios.

Salmo 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b

R. ¡Te glorifico, Señor, porque me libraste!

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. R.

Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. R.

Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor. Tú convertiste mi lamento en júbilo, ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente! R.

EVANGELIO    

El hombre no vio nada, solo creyó en la palabra de Jesús, que le dijo “tu hijo está curado”. Pero en realidad, cuando le pidió a Jesús por su hijo, la fe ya estaba en esta persona. Este relato es comparable con nuestra propia historia de fe: creemos sin ver, crecemos en la fe y creemos porque otros también nos anuncian lo que Dios ha hecho.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 4, 43-54

Jesús partió hacia Galilea. Él mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a sanar a su hijo moribundo. Jesús le dijo: “Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”. El funcionario le respondió: “Señor, baja antes que mi hijo se muera”. “Vuelve a tu casa, tu hijo vive”, le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora se había sentido mejor. “Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre”, le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: “Tu hijo vive”. Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

En el evangelio de hoy, Jesús cura a un niño que estaba a punto de morir. Signo mesiánico. Beneficio anunciado por Dios para «el final de los tiempos». Victoria de Dios sobre el mal. Realización de la profecía de Isaías.

-Palabra del Señor.

Así empiezan muchos oráculos proféticos. No es pues una palabra humana la que vamos a meditar, sino una palabra divina.

Luego, lo creo, Señor, Tú eres viviente HOY. Lo que nos dirás, lo estás pensando siempre. Siempre es verdad.

Tú lo dices para el mundo y la humanidad de HOY, para esta humanidad, en plena mutación, que está buscando cuál será su porvenir.

-Sí, crearé cielos nuevos y una tierra nueva.

En esta frase de Dios hay una revelación capital. La «Creación», la del universo, la de Adán y Eva no es solamente un hecho del pasado. «Yo crearé» dijo Dios.

Hay una visión muy falsa de la humanidad y de la creación que consiste en soñar una edad de oro, que hubiera tenido lugar antaño... como si los hombres fueran de decadencia en decadencia.

Para Dios, en cambio, la historia es una subida, un progreso que avanza hacia una «nueva creación».

Tú, Señor, te aplicas a la obra HOY. Te aplicas al trabajo de tu creación. Tu actividad no se ha extinguido. Estás inventando. En este momento estás «modelando a Adán y Eva» en tus manos maravillosamente creadoras.

¿Creo yo en ese progreso? ¿Coopero a ello?

-No se recordará más el pasado, ni vendrá más a la memoria, antes bien habrá gozo y regocijo eternos por lo que voy a crear.

El cristiano, el hombre según Dios, debería ser un hombre vuelto hacia el futuro, hacia ese futuro que Dios está construyendo.

La esperanza escatológica, la espera de la ciudad futura, el deseo del Reino que ha de venir... son dimensiones esenciales de la fe.

Yo mismo ¿estoy ante todo vuelto hacia el pasado que hay que conservar? ¿o bien vuelto contigo, Señor, hacia el futuro que está ante nosotros? ¿Cómo son mi dinamismo y mi esperanza? Señor, concede a todos los hombres esta visión optimista.

¡Atrás los hastiados y los decepcionados! El porvenir de la humanidad es "el gozo y la alegría". Tú lo has dicho. Enfermedades, pruebas, pecados... todo esto se acabará un día. El porvenir no está cerrado. ¡La creación de Dios triunfará! ¡Y que yo, contigo, trabaje en ella!

Pero, da también, Señor, a todos los afligidos, ese consuelo. Que todos los que sufren sean reconfortados por la esperanza cierta de esa promesa de felicidad.

-He aquí que voy hacer de Jerusalén «regocijo» y de su pueblo «Alegría».

Necesitamos oír de Ti esas palabras.

Para esa felicidad hiciste Tú al hombre.

La tristeza y la muerte serán desterradas del Reino.

Y nosotros caminamos hacia él. Estamos en la cuaresma, pero caminamos hacia la Pascua, hacia la resurrección de toda carne. Es un artículo esencial del Credo: ¡creo en la resurrección de la carne y en la vida perdurable!

ORAMOS CON LA PALABRA

Dice el Señor:
“Infundiré mi espíritu en ustedes
y haré que sigan mis preceptos,
y que observen y practiquen mis leyes”.
Ez 36, 27

Oración conclusiva

Padre, renueva el alma y el cuerpo de tu pueblo, y da firmeza a los buenos propósitos de quienes estamos atrapados por nuestra fragilidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

¡Buena Jornada, 
en el nombre del Padre 
y del Hijo 
y del Espíritu Santo. 
Amén!

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