martes, 13 de marzo de 2018

MARTES, SEMANA 4 DE CUARESMA


Dice el Señor:
“Vengan a beber, ustedes, los que tienen sed;
y los que no tengan dinero,
vengan y beban con alegría”.
Is 55, 1

Oración inicial

Te pedimos, Padre, que las prácticas de este tiempo cuaresmal dispongan el corazón de tus fieles para celebrar dignamente el misterio pascual y anunciar a todos el mensaje de tu salvación. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Maestro y Señor. Amén.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA.

I LECTURA       

Ezequiel es capaz de “ver” lo que describe en este relato, en tiempos de una gran crisis: el exilio. El pueblo, será alejado de su tierra y de su historia, dudará de las promesas de Dios, sin tener claro su futuro o incluso su propia identidad, deberá aceptar esta palabra: la vida triunfará sobre la muerte, lo fértil sobre lo estéril. ¿Somos capaces de “ver” nuestra realidad de esta manera?

Lectura de la profecía de Ezequiel 40, 1-3; 47, 1-9. 12

La mano del Señor descendió sobre mí y me llevó a la tierra de Israel. Allí vi a un hombre que por su aspecto parecía de bronce. El hombre me llevó a la entrada de la Casa del Señor y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur del altar. Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho. Cuando el hombre salió hacia el este, tenía una cuerda en la mano. Midió quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a las rodillas. Midió otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a la cintura. Luego midió otros quinientos metros, y ya era un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido: era un agua donde había que nadar, un torrente intransitable. El hombre me dijo: “¿Has visto, hijo de hombre?”, y me hizo volver a la orilla del torrente. Al volver, vi que a la orilla del torrente, de uno y otro lado, había una inmensa arboleda. Entonces me dijo: “Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y van a desembocar en el mar. Se las hace salir hasta el mar, para que sus aguas sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas partes adonde llegue el torrente. Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio”.
Palabra de Dios.

Salmo 45, 2-3. 5-6. 8-9

R. ¡El Señor está con nosotros!

El Señor es nuestro refugio y fortaleza, una ayuda siempre pronta en los peligros. Por eso no tememos, aunque la tierra se conmueva y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar. R.

Los canales del río alegran la Ciudad de Dios, la más santa morada del Altísimo. El Señor está en medio de ella: nunca vacilará. Él la socorrerá al despuntar la aurora. R.

El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro baluarte es el Dios de Jacob. Vengan a contemplar las obras del Señor, él hace cosas admirables en la tierra. R.

EVANGELIO

La gente creía en la propiedad curativa del agua de Betsata. Pero Jesús, como verdadero sanador, no solo hizo que este hombre caminara, sino también que se convirtiera en uno de sus testigos. Jesús nos sana por dentro.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 5, 1-3a. 5-18

Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo “Betsata”, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, lisiados y paralíticos. Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: “¿Quieres sanarte?”. Él respondió: “Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes”. Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y camina”. En seguida el hombre se sanó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser sanado: “Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla”. Él les respondió: “El que me sanó me dijo: ‘Toma tu camilla y camina’”. Ellos le preguntaron: “¿Quién es ese hombre que te dijo: ‘Toma tu camilla y camina’?”. Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: “Has sido sanado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía”. El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había sanado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado. Él les respondió: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo”. Pero para los judíos ésta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

"¡Vivir!" El agua, símbolo de la vida: el bautismo.

Durante las últimas semanas de Cuaresma, la Iglesia nos propone lecturas sacadas del evangelio de san Juan. Es la última preparación de los catecúmenos que recibirán el bautismo en Pascua, y es también nuestra preparación, la de todos los que queremos renovar nuestros compromisos de bautizados en la vigilia pascual. Dejémonos prender por el símbolo del agua.

-Hay en Jerusalén una piscina... junto a ella yacía una multitud de enfermos: ciegos, cojos, tullidos...

Una humanidad que sufre. Una humanidad que se sabe "disminuida" físicamente. Una humanidad marcada por los accidentes y por la enfermedad.

-Había allí un hombre que llevaba 38 años enfermo. Jesús, conociendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: "¿Quieres ser curado? Jesús "sabe". Jesús comparte interiormente el sufrimiento de este hombre. Y sin embargo, le hace una pregunta... ¿Por qué? La respuesta parece tan evidente.

"¿Quieres, tú?" Es la pregunta que Jesús hace siempre, hoy.

"¿Quieres ser bautizado?" Así comienza todo bautismo.

A través de esta curación, símbolo del bautismo, Jesús afirma que la vida cristiana es ante todo una respuesta de nuestra libertad. Me pregunto: ¿Quiero vivir? ¿Quiero curar? ¿Quiero aceptar el don de Dios?

-El enfermo respondió: "No tengo a nadie que me meta en la piscina".

Otro símbolo. El gran sufrimiento es "no tener a nadie". Lo que salva, en primer lugar, es el amor... es ¡el tener a alguien! En esta página del evangelio, ¿hay una llamada? ¿Quién me llama hoy?

-Jesús le dijo: "Levántate y anda".

Para el paralítico fue el comienzo de una vida nueva.

Espiritualmente significa también la vida nueva de los bautizados. Dios quiere "un hombre de pie", un "hombre que avanza". El pecado es una parálisis.

Y no estamos solos para esta vida cristiana, para este combate de cada día. Jesús está aquí, junto a nosotros, como lo estaba también con el paralítico.

Si rehúso la Palabra de Jesús, si no acepto su ayuda vital, "no tengo a nadie"... me quedo como el paralítico al borde de la piscina, incapaz de nada.

Misterio de la gracia. La vida cristiana es una vida humana a la que se incorpora la vida de Cristo.

Señor, ven, tómame de la mano... dame voluntad de avanzar.

-Le preguntaron: "¿Quién es el hombre que te ha curado?"

¿Quién es este Jesús? Es una pregunta que hay que hacerse siempre. Todo depende de esto. Si no es más que un hombre, no nos puede ayudar en profundidad. Pero sabemos que en él está el poder mismo de Dios.

-"Has sido curado. No vuelvas a pecar."

Se nos hace de nuevo patente que es a ese nivel donde Tú te colocas espontáneamente: Los milagros físicos son una especie de introducción. Tu verdadero combate es contra el mal del pecado. Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.

Verdaderamente, ¿quiero yo "curarme de este mal, de esta parálisis?

ORAMOS CON LA PALABRA
  
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
Él me hace descansar en verdes praderas
y me conduce a las aguas tranquilas.
Sal 22, 1-2
  
Oración conclusiva


Dios misericordioso, haz que tu pueblo viva entregado a ti y, por tu clemencia, obtengamos siempre lo que necesitamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.


¡Buena jornada!

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