viernes, 23 de marzo de 2018

VIERNES, SEMANA 5 DE CUARESMA


Ten piedad de mí, Señor, porque estoy angustiado;
líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
Señor, que no me avergüence de haberte invocado.

Sal 30, 10. 16. 18


Oración inicial

Perdona las culpas de tu pueblo, Señor, para que tu amor nos libre del pecado que hemos contraído por nuestra debilidad. Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Maestro y Señor. Amén.

DIOS NOS HABLA. CONTEMPLAMOS SU PALABRA

I LECTURA

Jeremías encomienda su causa a Dios, pero en realidad se trata de la causa de Dios que él ha de asumir. No es un juego de palabras, sino de un proceso misionero. La misión de predicar la Palabra de Dios es, en definitiva, asumir el proyecto de salvación que Dios tiene sobre sus hijos.

Lectura del libro de Jeremías 20, 10-13

Dijo el profeta Jeremías: Oía los rumores de la gente: “¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!”. Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: “Tal vez se lo pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza”. Pero el Señor está conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores tropezarán y no podrán prevalecer; se avergonzarán de su fracaso, será una confusión eterna, inolvidable. Señor de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa. ¡Canten al Señor, alaben al Señor, porque él libró la vida del indigente del poder de los malhechores!
Palabra de Dios.

Salmo 17, 2-7

R. Invoqué al Señor y él me escuchó.

Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi roca, mi fortaleza y mi libertador. R.

Mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor, que es digno de alabanza y quedé a salvo de mis enemigos. R.

Las olas de la muerte me envolvieron, me aterraron los torrentes devastadores, me cercaron los lazos del Abismo, las redes de la muerte llegaron hasta mí. R.

Pero en mi angustia invoqué al Señor, grité a mi Dios pidiendo auxilio, y él escuchó mi voz desde su Templo, mi grito llegó hasta sus oídos. R.

EVANGELIO

Acusan a Jesús no por las obras que hace, sino porque él confiesa ser Hijo de Dios. Pero sabemos que una cosa depende de la otra, porque lo que Jesús confiesa es lo que vive.

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 10, 31-42

Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús. Entonces Jesús dijo: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?”. Los judíos le respondieron: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios”. Jesús les respondió: “¿No está escrito en la Ley de ustedes: ‘Yo dije: Ustedes son dioses’? Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra –y la Escritura no puede ser anulada– ¿cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre”. Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan Bautista había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: “Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”. Y en ese lugar muchos creyeron en él.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

En la paz de Cristo.

-Jesús se paseaba en el Templo... De nuevo los judíos trajeron piedras para apedrearle.

Tu pasión, Señor, comenzó mucho antes del viernes. Las últimas semanas de tu vida terrena las viviste rodeado de enemigos despiadados. Sabes lo que es el sufrimiento moral: el miedo, la aprehensión, el ansia, la inseguridad... ser incomprendido, mal juzgado ... vivir en medio de gentes que deforman nuestras intenciones profundas... no llegar a hacerse comprender. Todo esto que es lote doloroso de tantos seres humanos, lo has experimentado, Señor Jesús. ¿Cuáles eran entonces tus reacciones interiores? Ayúdame, Señor, a contemplar lo que pasa en ti mientras Tú vives los últimos días de tu vida.

¿Tienes amigos a los que puedas hablar y confiar lo que piensas?

-El Padre está en mi y Yo en el Padre...

Incluso en medio de las tormentas, seguramente estabas en posesión de una paz constante. Incluso en la angustia podías apoyarte en el Padre. Te sabías amado, acompañado, cuidado. "El Padre está en mí". Comunión. Unidad profunda.

Transparencia total.

-Muchas obras os he mostrado de parte de mi Padre... ¿Por cuál de ellas queréis apedrearme?

Hablan a tu aIrededor de lapidarte... llevan ya las piedras en la mano, pero Tú, en este mismo momento, hablas de "bondad"...

Hablas del Padre.

Hazme vivir en compañía del Padre.

-Por ninguna obra buena te apedreamos, sino por la la blasfemia: porque Tú, siendo hombre, te haces Dios.

Esto será precisamente la "causa de muerte".

En el fondo, los jueces del Sanedrín creerán, sin duda de buena fe, castigar a un verdadero blasfemo... "¡a alguien que dice ser Dios!".

Con los siglos pasados desde entonces, y la obra que dura siempre, nos es difícil imaginar lo que pasaba entonces por su mente. ¡Los judíos de aquel tiempo estaban realmente ante una novedad absoluta e inverosímil! Se comprende que no hayan querido creerle. Tenían delante a un hombre de carne y hueso. ¡Dios había "descendido de su altura", se paseaba, allí, por la calle! ¡Se le podía apedrear!

-Aquel a quien el Padre santificó y envió al mundo... el Hijo de Dios.

Es así como Tú te presentas.

Es la cumbre de tu enseñanza. Más allá de todas las doctrinas de tipo moral o social, Tú dices una verdad esencial que tiene ramificaciones infinitas.

Dios se ha encarnado.

Dios ha querido vivir la "condición humana" Dios ha realizado, así, la condición humana.

-"Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo

Los Padres de la Iglesia de las primeras edades cristianas, reflexionando sobre el misterio de la Encarnación, se atreverán a decir: "Dios se hizo hombre, para que el hombre llegara a ser Dios". Esto no debe engreírnos. No lo hemos merecido. Es un "don de Dios", una gracia. ¡Y una gran responsabilidad!: Exigencia de santidad. Llamada a la perfección.

Vocación al amor absoluto. El ideal del hombre es nada menos que Dios.

Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

ORAMOS CON LA PALABRA

Jesús llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo,
a fin de que, muertos al pecado vivamos para la justicia.
Gracias a sus llagas, fuimos curados.

1Ped 2, 24

Oración conclusiva

Dios todopoderoso, concede a quienes esperamos la protección de tu gracia que, liberados de todos los males, te sirvamos con ánimo confiado. Por Jesucristo, nuestro Señor.



¡Buena jornada!

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