martes, 6 de marzo de 2018

MARTES, SEMANA 3 DE CUARESMA


Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes: Inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. Protégeme como a la pupila de tus ojos; escóndeme a la sombra de tus alas.
Sal 16, 6.8

Oración inicial:    
Te pedimos, Señor, que tu gracia nunca nos abandone, para que podamos vivir entregados a tu servicio y experimentar siempre tu protección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

I LECTURA

El pueblo ha perdido su tierra, su templo y sus instituciones, que ya no pueden ofrecer a Dios nada solemne ni pomposo. Entonces se dan cuenta de que a Dios sólo podemos ofrecerle el corazón humillado, reconociendo, desde lo íntimo de nuestro ser, nuestro pecado y nuestra miseria. Con esta pobreza, nos confiamos a su perdón.

Lectura de la profecía de Daniel  3, 25-26. 34-43

Azarías tomó la palabra y oró así: Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, y digno de alabanza, que tu Nombre sea glorificado eternamente. No nos abandones para siempre a causa de tu Nombre, no anules tu Alianza, no apartes tu misericordia de nosotros, por amor a Abraham, tu amigo, a Isaac, tu servidor, y a Israel, tu santo, a quienes prometiste una descendencia numerosa como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Señor, hemos llegado a ser más pequeños que todas las naciones, y hoy somos humillados en toda la tierra a causa de nuestros pecados. En este tiempo, ya no hay más jefe, ni profeta, ni príncipe, ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni incienso, ni lugar donde ofrecer las primicias, y así, alcanzar tu favor. Pero que nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humillado nos hagan aceptables como los holocaustos de carneros y de toros, y los millares de corderos cebados; que así sea hoy nuestro sacrificio delante de ti, y que nosotros te sigamos plenamente, porque no quedan confundidos los que confían en ti. Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos cubras de vergüenza, sino trátanos según tu benignidad y la abundancia de tu misericordia. Líbranos conforme a tus obras maravillosas, y da gloria a tu Nombre, Señor.
Palabra de Dios.

Salmo 24, 4-5a. 6-9

R. ¡Acuérdate, Señor, de tu ternura!

Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador. R.

Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor, porque son eternos. Por tu bondad, Señor, acuérdate de mi según tu fidelidad. R.

El Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres. R.

EVANGELIO

El perdón de Dios es inconmensurable. Así lo presenta Jesús en la parábola: un talento equivalía a 16 años de trabajo. ¿Quién podría pagar una deuda tan grande? El reconocernos pequeños ante la inmensidad de Dios no es motivo para desesperar. Jesús sólo nos quiere hacer notar la magnanimidad de Dios, el todo Santo, que perdona nuestros pecados. Si recibimos este perdón inmenso y gratuito, ¿cómo no perdonar a los demás?

Ì Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 21-35

Se acercó Pedro y dijo a Jesús: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: ‘Dame un plazo y te pagaré todo’. El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?”. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA DEL SEÑOR

Se acercó Pedro a Jesús y le preguntó: Si mi hermano peca contra mí... ¿Cuántas veces he de perdonarle? ¿Hasta siete veces?

Pedro ha tenido disgustos con alguien. Se ha pecado contra él. Se le ha perjudicado. Alguien se le ha puesto en contra, o le ha discutido acaloradamente, o ha cometido con él una injusticia. No se trata de la gravedad de la falta. Pero, de todos modos a causa de la dificultad que se siente para perdonar, Pedro debe haber sido afectado en lo más vivo.
Nos encontramos en la esfera de las "relaciones" humanas, en las que "juegan" las faltas contra el "gran mandamiento", en la que nacen y se mantienen los conflictos y las indiferencias, en la que las heridas son más vivas —porque se las cree definitivas.

"Si mi hermano peca contra mí..." Para comprender vitalmente la pregunta de Pedro y la respuesta de Jesús, es preciso que yo aplique este caso a mi propia vida: ¿quién me hace sufrir? Mis relaciones humanas, ¿con quién me resultan muy difíciles? ¿A quién debo perdonar?

Dícele Jesús: "No digo yo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete." La cifra siete, que pone Pedro, era simbólica. Para un judío de entonces, era una cifra sagrada, que simboliza la perfección. Pero Jesús, hace estallar esta perfección, y la lleva a su máximo: el perdón, el amor... debe ser absolutamente ilimitado.

Ciertamente esto va más allá de lo "razonable". ¿Incluso si el hermano no da señales de enmienda, si recae siempre en el mismo pecado contra mí..? Sí, Jesús, parece que va por ahí: incluso si no se llega a una mejoría externa de la "relación" efectiva, es necesario que en el fondo de nosotros mismos cese toda enemistad, toda dureza, todo resentimiento. Exigencia evangélica. Exigencia cuaresmal.

Estas dos cifras —7 y sus múltiples— eran en el Génesis 4- 2j, la expresión de la escalada de la violencia: los hijos de Caín se vengan 77 veces, el mal se multiplica en progresión geométrica;la violencia atra la violencia. "He matado a un hombre por mi herida. Si Caín fue vengado 7 veces, Lamech lo será 77 veces." La desmedida del perdón pedido por Dios corresponde a esta proliferación del odio: hay que invertir el proceso. "No os dejéis vencer por el mal, antes bien, venced el mal con el bien." (Romanos 12-21)

El reino de los cielos es comparable a... Sí, entramos en otro universo. Impacto social del evangelio. Un hombre tenía una deuda de 10.000 talentos, que le fue condonada... Pero, se le debía 100 denarios que continuó exigiendo...

Hay que traducir en moneda actual estas dos cifras para comprender la enormidad de lo que Jesús quiere decirnos: ¡unos 1.020.000.000 de pesos, y 1.700 pesos! La desproporción de ambas deudas es desmesuradísima. Una vez más no hay que intentar aplicar todos los detalles de esta parábola a lecciones espirituales. Lo que cuenta es su sentido global. Lo que es inverosímil humanamente hablando, resulta ser estrictamente verdadero, y desconcertante, en el caso de Dios. ¡Sólo Dios es capaz de hacer semejantes condonaciones!


Te condoné toda tu deuda. ¿No debías tú, también tener piedad de tu compañero, como lo tuve yo de tí? Para Jesús, la inmensidad del perdón de Dios, su amor sin medida, su misericordia sin tregua y sin límite es lo que debe suscitar nuestra misericordia respecto a nuestros hermanos. Y el mismo Pedro fue objeto de este amor infinito...

Oramos con la Palabra 
      
Señor, ¿quién se hospedará en tu carpa?, 
¿quién habitará en tu santa montaña? 
El que procede rectamente 
y practica la justicia. 
Sal 14, 1-2

Oración conclusiva
Dios y Padre, maestro y guía de tu pueblo, aleja de él los pecados que lo acosan para que, agradándote siempre, viva seguro bajo tu protección. Por Jesucristo, nuestro Señor.



¡Buena jornada!

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