Señor, alivia las angustias de mi corazón.
Mira mi aflicción y mis fatigas,
y perdona todos mis pecados.
Sal 24,17-18
Oración inicial
Padre Dios, concede a tus fieles disponernos
convenientemente a la celebración de la Pascua, para que el esfuerzo de la
mortificación corporal nos lleve a una verdadera renovación en el espíritu. Por
Jesucristo, nuestro Señor y Maestro, tu Hijo, que siendo Dios vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
DIOS NOS HABLA, CONTEMPLAMOS SU PALABRA.
I LECTURA
Estas palabras nos hacen reflexionar sobre la
responsabilidad de nuestros actos. Son una buena noticia para el pecador que se
arrepiente, y una advertencia para el justo que cree que ya tiene “el Cielo
ganado”. Nuestro camino en esta tierra es un llamado constante a vivir en
fidelidad.
Lectura de la profecía de Ezequiel 18, 21-28
Así habla el Señor Dios: Si el malvado se convierte de
todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el
derecho y la justicia, seguramente vivirá, y no morirá. Ninguna de las ofensas
que haya cometido le será recordada: a causa de la justicia que ha practicado,
vivirá. ¿Acaso deseo yo la muerte del pecador –oráculo del Señor– y no que se
convierta de su mala conducta y viva? Pero si el justo se aparta de su justicia
y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿acaso
vivirá? Ninguna de las obras justas que haya hecho será recordada: a causa de
la infidelidad y del pecado que ha cometido, morirá. Ustedes dirán: “El
proceder del Señor no es correcto”. Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el
proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Cuando el justo se
aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido.
Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el
derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. Él ha abierto los ojos y se
ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente
vivirá, y no morirá.
Palabra de Dios.
Salmo 129, 1-8
R. Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá
subsistir?
Desde lo más profundo te invoco, Señor. ¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria. R.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿quién podrá
subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido. R.
Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Mi
alma espera al Señor, más que el centinela la aurora. R.
Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor,
porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: Él
redimirá a Israel de todos sus pecados. R.
EVANGELIO
El concepto de justicia para el judaísmo consistía en
“ajustar” la conducta a la ley de Dios. Jesús enseña una justicia mayor que la
primera. ¿Acaso consiste en cumplir más preceptos y mandamientos? No, la
justicia mayor es vivir en el amor hacia todo hermano, incluso con aquel que
nos ha ofendido.
✚ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5,
20-26
Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia
de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el
Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No
matarás”, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo
que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un
tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el tribunal. Y
el que lo maldice, merece el infierno. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda
en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja
tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces
vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu
adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue
al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de
allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA ESCUCHADA
Son los años del destierro que siguieron a la caída de
Jerusalén. La Alianza se había roto, el templo destruido, la ciudad santa
arrasada por las llamas, sin culto que les permitiera reconciliarse, víctimas
del pasado y sin esperanzas de futuro. Para los desterrados, aquel amargo
presente, era la consecuencia forzosa de muchos siglos de historia de
infidelidades y pecados, acumulados para su castigo en la presente generación.
Así se lo recordaba el Deut. 5, 9-10.: "soy un Dios celoso que castigo la
iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta
generación". ¡Qué fatalidad! Debieron pensar los desterrados. Nos ha
tocado la china. Y sin el valor de un Jeremías para enfrentarse directamente
con Dios, dejan correr entre ellos, que se entere Dios si quiere, el dicho que
se convirtió en refrán: "los padres comieron los agraces y los hijos
tuvieron la dentera". No se consideraban inocentes, pero el castigo que
estaban sufriendo sobrepasaba con mucho su culpabilidad.
Cundió el desánimo y surgió la tentación de vivir como
vivían los de su alrededor. Así, poco a poco, iba desapareciendo la fe en el
Dios salvador, ahogado por el materialismo de una nación poderosa y rica en
comodidades, cultos y festejos.
Entonces surge este maravilloso profeta, Ezequiel, que también
habría sido llevado al destierro y formula con claridad y contundencia el
principio de responsabilidad personal, ya anunciada por Jeremías: el que peque,
ese morirá".
No niega el principio de solidaridad en la culpa,
sencillamente lo completa. Cada uno debe situarse responsablemente ante Dios.
El pasado de las generaciones anteriores no cuenta en la
responsabilidad moral de cada individuo; ni siquiera el pasado personal cuenta
en la relación actual del hombre con Dios, si es que ha habido un cambio: la
conversión. Lo que importa es la conducta personal y actual.
El profeta quiere arrancar a los israelitas de un abuso de
la solidaridad en el mal o en el bien: escamotear la responsabilidad personal,
creer que se cae sin remedio en malas consecuencias por los males del pasado, y
creer que por pertenecer a un pueblo oficialmente religioso y
"elegido" ya están salvados. No, les dice el profeta, lo importante
es la conversión, la conversión incesante.
Se nos prohíbe descansar en la pertenencia a una tradición
por muy católica que sea, para ahorrarnos la búsqueda personal de Dios y la
conversión a él. "Si no sois mejores que los letrados y fariseos no
entraréis en el Reino de los cielos" (/Mt/05/20).
Yo puedo estar enormemente satisfecho de mi condición de
cura y no tener ya ningún deseo de ser, cada vez, mejor cristiano.
No descanséis jamás en las prácticas y en las costumbres,
por muy cristianas que sean, renovad cada día el deseo de buscar a Dios con
mayor sinceridad, esforzaos por descubrir constantemente qué parte de vuestra
vida no está sometida a Jesús, el Señor, y pedid continuamente la fuerza de
Dios, su Espíritu, para que no nos dejemos engañar porque hasta Dios puede
convertirse en enemigo de nuestro progreso espiritual, si creemos que ya lo
hemos encontrado y descansamos satisfechos.
·Buda tiene una frase que puede parecernos una terrible
blasfemia, y sin embargo es teológicamente exacta: "si encuentras a Dios,
mátalo".
Si ya tienes una imagen de Dios, destrózala, porque Dios no
se parece a esa imagen, está más allá y debes de seguir buscándolo.
San Agustín dice: "Si lo comprendes, ya no es
Dios".
ORAMOS CON LA PALABRA
Dice el Señor:
“No quiero la muerte del pecador,
sino que se convierta y viva”.
Ez 33,11
Oración conclusiva
Mira a tu pueblo, Padre, con ojos bondadosos
y haz que nos convirtamos interiormente
por la observancia cuaresmal
que profesamos externamente.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
¡Buena jornada!
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