En el nombre del Padre ✜ y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Como los ojos de los servidores
están fijos en las manos de su señor,
así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios,
hasta que se apiade de nosotros.
Ten piedad, Señor, ten piedad de nosotros.
Sal 122, 2-3
Oración inicial
Conviértenos a ti, Dios salvador nuestro, y, para que sean
provechosas las prácticas cuaresmales, instrúyenos con tus enseñanzas. Por
Jesucristo, tu Hijo, nuestro Maestro y Señor. Amén.
CONTEMPLAMOS LA PALABRA
I LECTURA
En cada circunstancia de la vida, ya sea en lo laboral, en
las relaciones sociales o al ejercer una determinada función, nos corresponde
aplicar alguno de los mandatos del presente texto. Para todas estas reglas, el
Levítico pone una referencia suprema: la santidad de Dios. Porque él es santo,
todo ámbito de nuestra vida debe estar imbuido de santidad.
Lectura del libro del Levítico 19, 1-2. 11-18
El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a toda la
comunidad de Israel: Ustedes serán santos, porque yo, el Señor su Dios, soy
santo. Ustedes no robarán, no mentirán ni se engañarán unos a otros. No jurarán
en falso por mi Nombre, porque profanarían el nombre de su Dios. Yo soy el
Señor. No oprimirás a tu prójimo ni lo despojarás; y no retendrás hasta la
mañana siguiente el salario del jornalero. No insultarás a un sordo ni pondrás
un obstáculo delante de un ciego, sino que temerás a tu Dios. Yo soy el Señor.
No cometerás ninguna injusticia en los juicios. No favorecerás arbitrariamente
al pobre ni te mostrarás complaciente con el rico: juzgarás a tu prójimo con
justicia. No difamarás a tus compatriotas, ni pondrás en peligro la vida de tu
prójimo. Yo soy el Señor. No odiarás a tu hermano en tu corazón: deberás
reprenderlo convenientemente, para no cargar con un pecado a causa de él. No
serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás rencor. Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.
Palabra de Dios.
Salmo 18, 8-10. 15
R. ¡Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida!
La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el
testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. R.
Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los
mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. R.
La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los
juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. R.
¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca, y lleguen
hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor R.
EVANGELIO
El relato nos plantea la situación de muchas personas
justas que, ya sea porque no pertenecen a la Iglesia o porque no han recibido
el evangelio, ignoran cuántas veces en su vida se han cruzado con el Rey del
Universo. Y sin embargo, cada vez que lo han encontrado en situación de
necesidad, lo han asistido. Estos justos, aun sin saberlo, han hecho brillar la
santidad de Dios en el mundo.
✜Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Mateo 25, 31-46
Jesús dijo a sus discípulos: Cuando el Hijo del hombre
venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono
glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a
unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a
aquéllas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que
tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el
Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y
ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me
alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me
vinieron a ver”. Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te
vimos forastero, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos
enfermo o preso, y fuimos a verte?”. Y el Rey les responderá: “Les aseguro que
cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron
conmigo”. Luego dirá a los de su izquierda: “Aléjense de mí, malditos; vayan al
fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve
hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era
forastero, y no me alojaron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y
preso, y no me visitaron”. Estos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te
vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso, y no te
hemos socorrido?”. Y él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo
hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo”.
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.
Palabra del Señor.
MEDITAMOS LA PALABRA
En el evangelio de hoy, Jesús nos recuerda que, en el
último día seremos juzgados sobre el «amor». «Lo que no habéis hecho a uno de
esos más pequeños y humildes que son hermanos míos, lo habéis negado a mí».
Esta era ya la enseñanza del Levítico, libro del Antiguo Testamento.
Sed santos, porque Yo el Señor, vuestro Dios, soy Santo.
La selección de reglas morales que meditaremos empieza con
esta solemne advertencia. Entre el hombre y Dios hay un cierto lazo. Dios no se
desinteresa de la conducta del hombre.
Jesús dirá: «sed perfectos como vuestro Padre es perfecto».
De ese modo, Tú, Señor, te comprometes al servicio del desarrollo integral del
hombre: Pones todo el peso de tu autoridad, todo tu señorío, toda su santidad,
en la balanza... a fin de que las relaciones entre los hombres sean relaciones
satisfactorias y justas.
No hurtaréis... No mentiréis... No explotarás a tu
prójimo... No cometerás injusticia.. No calumniarás... No habrá odio en tu
corazón... No te vengarás... No guardarás rencor...
No hay que leer a la ligera esas palabras. No hay que decir
en seguida «Vamos, ¿por quién me tomas? ¡Eso no me concierne!»
Se trata de examinar, más allá de las palabras, el estilo
de mis relaciones con todas las personas que trato. «Robo». «Mentira».
«Explotación»... Debo detenerme en cada una de esas palabras y preguntarme
¿cuál es mi forma, la mía, de incurrir en un «robo o hurto», en una «mentira»,
en una «explotación», etc.
Yo soy el Señor.
Este refrán viene repetido cuatro veces en el conjunto de
esas reglas morales: Dios se hace el garante, el guardián, el Juez, de la
calidad de nuestras relaciones humanas... el hecho que un hombre explote a otro
hombre, no le deja indiferente, le encoleriza. Señor, ten piedad de nosotros.
No explotarás a tu prójimo. No retendrás el salario del
obrero hasta la mañana siguiente. No maldecirás a un sordo, ni pondrás un
obstáculo delante de un ciego, sino que temerás a tu Dios: Yo soy el Señor.
Dios, en particular se obstina en tomar partido por los humildes y los
débiles... en ponerse del lado de los pobres. El último Sínodo de los obispos
pide también a los católicos que presten particular atención «a las injusticias
sin voz» a todos esos pobres que no llegan a ser oídos, ni a poder quejarse.
¿Nos sorprende oír esas reivindicaciones de «justicia
social» en la misma boca de Dios? ¿Qué hacemos para oírlas, para tomar parte en
ellas, con Dios?
Amarás al prójimo como a ti mismo: Yo soy el Señor
Estas palabras son la cima de todo ese pasaje. Después de
los preceptos negativos, tenemos ese mandamiento que lo resume todo, y que abre
nuevas exigencias. Porque, después de todo, uno puede sentirse exento, libre
cuando «no ha hecho eso... o aquello». No he matado, ni he robado. Pero ¿se ha
amado jamás suficientemente? Ayúdame, Señor, a amar, a amar sin cesar, a amar a
todos...
ORAMOS CON LA PALABRA
“Les aseguro que cada vez que lo hicieron
con el más pequeño de mis hermanos,
lo hicieron conmigo”, dice el Señor.
“Vengan, benditos de mi Padre,
y reciban en herencia el reino
que les fue preparado
desde el comienzo del mundo”.
Mt 25, 40. 34
Oración conclusiva
Te rogamos, Padre, que ilumines la inteligencia de tu
pueblo con la luz de tu gloria, para que veamos lo que debemos hacer, y obremos
siempre con rectitud. Por Jesucristo, nuestro Maestro y Señor. Amén.
¡Buena Jornada!
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