lunes, 19 de febrero de 2018

MARTES DE LA SEMANA 1 DE CUARESMA

Señor,
tú has sido nuestro refugio
a lo largo de las generaciones;
desde siempre y para siempre,
tú eres Dios.

Sal 89, 1-2

Oración inicial

Señor, mira a tu familia que se mortifica con la penitencia corporal y concédenos que, en tu presencia, nuestra alma resplandezca con el deseo de poseerte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.


I LECTURA      

La voluntad de Dios, el querer de Dios, es la vida. Este convencimiento le hacía afirmar a san Ireneo: “La gloria de Dios es que el hombre viva”. Por eso Dios nos da cada día su Palabra como lluvia fecunda: para empaparnos de vida.

Lectura del libro de Isaías 55, 10-11

Así habla el Señor: Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.
Palabra de Dios.
Salmo 33, 4-7. 16-19

R. El Señor libra a los justos de sus angustias.

Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: él me respondió y me libró de todos mis temores. R.

Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

Los ojos del Señor miran al justo y sus oídos escuchan su clamor; pero el Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. R.

Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. R.

EVANGELIO    

Le pedimos al Padre del Cielo que se cumpla su voluntad en nosotros. Y confiamos en que su voluntad como su querer son puro amor. Es tiempo de entregar nuestra vida a su amor. Dios hará de ella un campo fértil y rebosante de todo bien.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 6, 7-15

Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre de ustedes que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Palabra del Señor.

MEDITAMOS LA PALABRA

En el evangelio de hoy, Jesús nos recomienda la oración y nos enseña una plegaria: el «Padrenuestro». Insiste en que nos pongamos ante Dios en relaciones amistosas y filiales. No os situéis ante Dios como hacen los paganos que tienen miedo de Dios, temen no ser atendidos y quieren forzar la mano de Dios ¡Vamos! Sabed de una vez para siempre que Dios os ama... ¡Adelante! Es vuestro Padre...

Isaías, había dicho ya que la Palabra de Dios aporta fruto siempre, porque Dios es "bueno"... y "todopoderoso"...

-Palabra del Señor: la lluvia y la nieve descienden de los cielos... y no vuelven allá sin haber empapado la tierra...

Hay aquí una imagen muy hermosa. La lluvia, la nieve... una bendición para la tierra.

Los semitas se imaginaban la bóveda celeste, como una bóveda sólida, muy alta... con una gran reserva de agua encima, agua que Dios distribuía sobre la tierra para vivificarla.

Las representaciones científicas actuales han cambiado mucho; pero el fenómeno no deja de ser maravilloso: la evaporación del agua sobre los océanos, los vientos que conducen las nubes sobre las tierras, la condensación en gotitas imperceptibles y mayores después que empiezan a caer... la tierra ávida que «bebe» esa lluvia, los jugos vegetales que se vivifican, la hierba que se endereza y las flores que aparecen.

¿Seríamos ahora incapaces de admirarnos porque conocemos mejor como tiene lugar todo ese proceso? ¿No nos emociona ya la primavera? ¿Permanecemos indiferentes ante la eclosión de la vida? Si nos admiramos ante la compleja y maravillosa precisión de un ordenador, ¿no podemos admirar también los procesos precisos y complejos de un pétalo de rosa?

¿Sería preciso ir a la India para encontrar de nuevo allí la contemplación de Dios en una rosa, en la lluvia, en un edelwais?

Ayúdanos, Señor, a encontrar de nuevo, a descubrir tus pisadas, los signos de tus dedos, la impronta de tus manos creadoras, y tu maravillosa inteligencia... en todo lo que nos has dado.

-Sin haberla fecundado y hacerla germinar... para que dé simiente al sembrador y pan para comer...

Uno creería estar oyendo a Jesús, en tantos pasajes del evangelio en los que nos habla de la bondad del Padre «que hace salir el sol sobre todos los hombres, que viste de esplendor los lirios del campo, que no da un escorpión, sino pan...» Fecundidad. Vida Crecimiento. Tal es el objetivo de Dios. Mucho antes que Teilhard de Chardin, la Biblia ya había afirmado que el hombre es la cumbre de la creación, aquél hacia el cual todo converge, es ésta una concepción muy humana y muy grande. Del átomo a la gran nebulosa, Dios pensaba en el hombre. Al inventar la lluvia y la nieve ¡pensaba en el "sembrador" y en el «pan» y en "aquel que come el pan"! Gracias, Señor.

Decid a Dios: «¡Padre nuestro!...» «Vuestro Padre sabe de qué tenéis necesidad.

-Así mi palabra, que sale de mi boca no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que quiero...

Padre nuestro... Padre nuestro... oh bondad infinita, tengo necesidad de Ti.


ORAMOS CON LA PALABRA

Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor,
tú que en la angustia me diste un desahogo:
ten piedad de mí y escucha mi oración.

Sal 4, 2

Oración conclusiva

Dios nuestro, que tu bendición dé firmeza a tus fieles, sea consuelo en la tristeza, paciencia en la tribulación y socorro en el peligro. Por Jesucristo, nuestro Señor.

¡Buena jornada!

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